Desde afuera
Ayer, a varios integrantes de nuestro grupo les tocó vivir momentos muy duros y fuertes, tan duros y fuertes como los vientos que nos suelen acompañar, que vienen de allá abajo, que tienen nombre y apellido, pero que ayer fue simplemente un “Surazo”.
Sin duda habrá un antes y después de este día para ellos, una marca que les quedará en algún lugar del cuerpo y que desde la seguridad y tranquilidad de sus casas, hará que vean la náutica y hasta la propia vida desde otro punto de vista.
Con los días llegarán los relatos de los protagonistas de esta experiencia, Maxi, Lucho, Jorge y Darío, que el viernes 9 de setiembre, a bordo del “Surazo”, nombre puesto a medida, se hicieron a la mar para emprender la pierna Juan Lacaze – Montevideo, en su viaje desde Bs. As. a Montevideo.
Por lo tanto, sin pretender robarles líneas de esa crónica, simplemente quiero transmitirles parte de lo que, desde afuera, nos tocó vivir y sentir.
Fueron muchos los sentimientos que se fueron dando con el paso de las horas, en primer lugar los nervios, nervios de saber que cuatro amigos que con muchas ganas de navegar, se estaban por hacer a la mar en un barco nuevo para ellos y con predicciones de tiempo no muy favorables.
Ayer, a varios integrantes de nuestro grupo les tocó vivir momentos muy duros y fuertes, tan duros y fuertes como los vientos que nos suelen acompañar, que vienen de allá abajo, que tienen nombre y apellido, pero que ayer fue simplemente un “Surazo”.
Sin duda habrá un antes y después de este día para ellos, una marca que les quedará en algún lugar del cuerpo y que desde la seguridad y tranquilidad de sus casas, hará que vean la náutica y hasta la propia vida desde otro punto de vista.
Con los días llegarán los relatos de los protagonistas de esta experiencia, Maxi, Lucho, Jorge y Darío, que el viernes 9 de setiembre, a bordo del “Surazo”, nombre puesto a medida, se hicieron a la mar para emprender la pierna Juan Lacaze – Montevideo, en su viaje desde Bs. As. a Montevideo.
Por lo tanto, sin pretender robarles líneas de esa crónica, simplemente quiero transmitirles parte de lo que, desde afuera, nos tocó vivir y sentir.
Fueron muchos los sentimientos que se fueron dando con el paso de las horas, en primer lugar los nervios, nervios de saber que cuatro amigos que con muchas ganas de navegar, se estaban por hacer a la mar en un barco nuevo para ellos y con predicciones de tiempo no muy favorables.
También hubo rabia, tal vez con uno mismo, por no haber podido ser convincentes en el momento de persuadir de "no" tomar una decisión que considerábamos equivocada.
Cuando las malas condiciones de tiempo se fueron confirmando, el miedo y angustia nos fueron ganando, sabiendo que les esperaban horas muy difíciles.
Con la impotencia de no poder hacer mucha cosa desde tierra, fueron pasando las horas con la esperanza de recibir buenas noticias, hasta que nos llega la tranquilizadora novedad de que la lancha de “Ades” salía al rescate del “Surazo”.
Unos grandes, pero realmente GRANDES, que en ésta como en otras tantas historias del mar, lo hacen poder contar como una anécdota más, o simplemente “poder contar”.
Si bien un poco más tranquilos, la incertidumbre continuó hasta que, y me quiero imaginar el instante justo, el cabo unió el “Surazo” con “Ades”.
Cuando las malas condiciones de tiempo se fueron confirmando, el miedo y angustia nos fueron ganando, sabiendo que les esperaban horas muy difíciles.
Con la impotencia de no poder hacer mucha cosa desde tierra, fueron pasando las horas con la esperanza de recibir buenas noticias, hasta que nos llega la tranquilizadora novedad de que la lancha de “Ades” salía al rescate del “Surazo”.
Unos grandes, pero realmente GRANDES, que en ésta como en otras tantas historias del mar, lo hacen poder contar como una anécdota más, o simplemente “poder contar”.
Si bien un poco más tranquilos, la incertidumbre continuó hasta que, y me quiero imaginar el instante justo, el cabo unió el “Surazo” con “Ades”.
Quedaban horas todavía de malos momentos, pero ya con certeza de que llegarían a buen puerto.
Difícilmente se puedan olvidar cada uno de estos momentos, pero muy en especial para mí, quedará grabado el de la alegría del abrazo, que con cada uno de ellos nos dimos en el Puerto de Montevideo, sobre la cubierta de un barco de la Armada Nacional, al cuál estaban amadrinados el “Surazo” y la lancha de “Ades”, el Sábado 10 de Setiembre de 2005, cerca de las cuatro y media de la tarde, cuando todo esto se podía empezar a contar con una sonrisa.
Quiero felicitar a los amigos navegantes que han podido sortear una muy difícil situación, que seguramente estuvo muy cerca de los límites soportables por un ser humano, y que lo han podido hacer con una impresionante entereza.
También agradecer a todos los que de una u otra forma, y que fueron muchos, colaboraron con este final feliz.
Nos queda mucho por navegar, nuevos barcos nos permitirán tomar otros rumbos.
Nos queda mucho por aprender, nuevas lecciones nos llegarán para seguir disfrutando del mar con seguridad.
Les mando un gran abrazo para todos.
Difícilmente se puedan olvidar cada uno de estos momentos, pero muy en especial para mí, quedará grabado el de la alegría del abrazo, que con cada uno de ellos nos dimos en el Puerto de Montevideo, sobre la cubierta de un barco de la Armada Nacional, al cuál estaban amadrinados el “Surazo” y la lancha de “Ades”, el Sábado 10 de Setiembre de 2005, cerca de las cuatro y media de la tarde, cuando todo esto se podía empezar a contar con una sonrisa.
Quiero felicitar a los amigos navegantes que han podido sortear una muy difícil situación, que seguramente estuvo muy cerca de los límites soportables por un ser humano, y que lo han podido hacer con una impresionante entereza.
También agradecer a todos los que de una u otra forma, y que fueron muchos, colaboraron con este final feliz.
Nos queda mucho por navegar, nuevos barcos nos permitirán tomar otros rumbos.
Nos queda mucho por aprender, nuevas lecciones nos llegarán para seguir disfrutando del mar con seguridad.
Les mando un gran abrazo para todos.