Clínica Oceánica 2012

Abril, 2012
Clínica Oceánica
PHANTOMCAT

Pierna: Montevideo – Río Grande – Punta del Este – Montevideo


Lo primero es lo primero.

Quiero agradecerles y dedicarles esta nota, en primer lugar a dos de los tripulantes de esta aventura que por distintas razones no pudieron embarcarse en esta oportunidad, y que espero que puedan hacerlo en un futuro cercano: Jorge Piñeiro y Raimundo Delfino y que se que estuvieron siempre acompañándonos.


A nuestras familias y amigos que nos hicieron el aguante desde Montevideo.


A los amigos del Varadero y Administración del Club Nautilus que nos estuvieron siguiendo en nuestro derrotero.


Y por supuesto a los compañeros de tripulación: Daniel Amoroso, Darío Henderson, Antonio Martyniuk y al Capitán Juan Gasco, con los cuales hemos pasado 6 días realmente extraordinarios de navegación, aprendizaje, alegría y compañerismo.


La intención de este relato no es mas ni menos que el de dejarnos un ayuda memoria de lo que fue uno de los mejores momentos vividos en torno a la navegación y que si bien son difíciles de olvidar, siempre es bueno dejarlos reflejados en negro sobre blanco cuando todavía está marcada en el mar la estela de nuestro recorrido.
  1. La decisión.
Hace un par de años, Daniel Amoroso nos viene con la novedad de que se encontró con Juan Gasco, el patrón del PILGRIM II que por esos días estaba en el puerto del Buceo.
Desde hace más de 14 años, Juan ha navegado por todo el mundo, primero en el PILGRIM y después en el PILGRIM II, haciendo Clínicas Oceánicas.
Para casi todos nosotros, en especial para los que mayormente navegamos dando La Vuelta del Perro, con alguna escapada al Este o al Oeste de Montevideo pero siempre dentro del Río de la Plata, el Océano, era una cuenta pendiente.
En unos pocos días y con unas pocas reuniones, nuestras ganas por el desafío combinado con el permanente espíritu emprendedor de Daniel, nos sacó un “Sí” fácil para formar parte de la tripulación en una Clínica Oceánica.
La pierna original era Montevideo – Mar del Plata, sin embargo doblamos la apuesta y  decidimos hacerla ida y vuelta, Montevideo – Mar del Plata – Montevideo.
Por distintos motivos, la fecha de partida se fue postergando, hasta que al fin llegó una fecha definitiva para la partida: Sábado 14 de Abril de 2012, hora: 07:00  y en lugar de hacer la pierna: Montevideo – Mar del Plata – Montevideo, sería: Montevideo – Río Grande – Montevideo con escalas, que por razones del clima la hicimos a la vuelta en Punta del Este para esperar mejores condiciones de viento. Y el barco sería el PHANTOMCAT.
  
  1. La Clínica.
Se compone de una parte teórica en tierra, en la cuál nos dio una muy buena formación e información (nubes, vientos, presión atmosférica, frentes, manejo de instrumentos, etc.) para que a partir de los boletines Meteorológicos Satelitales bajados por INMARSAT nos hiciéramos nosotros mismos los mapas de superficie y así poder planificar una navegación segura y confortable, para los que quieran tener más información les recomiendo entrar en la página: www.clinicasoceanicas.com
La parte práctica, obviamente navegando, aplicando la teoría en Meteorología pero con un detalle más que importante y para nosotros totalmente novedoso, Navegación por Instrumentos, no por los clásicos como el GPS y PLOTER con el OXI EXPLORER o MAXSEA, sino por el RADAR.
La teoría la fuimos recibiendo unos meses antes de embarcarnos, ya que al haber cambiado para una pierna más larga, no daba para hacerlas en la misma semana. A algunas de estas charlas se invitó a participar a gente fuera del grupo que tuviera interés en asistir y la sorpresa fue la cantidad de gente que se sumó a las mismas.
Juan, tiene una forma muy amigable de transmitir los conocimientos y mas allá de la cantidad, que es muchísima, está la calidad de lo que uno recibe y que se da cuenta de que Juan es un libro abierto. Después, en la pierna, nos convencimos de que en realidad es mucho más que una enciclopedia, que está permanentemente sumando y aportando conocimientos.
  1. El Barco.
PHANTOMCAT, moto-velero NAUTICAT 44






  1. La previa.
Unos días antes de la partida, hicimos nuestra primera navegación en el PHANTOMCAT.
Fue una salida nocturna y cortita, pasando unas millas de la cardinal Sur, para conocer las maniobras, instrumentos, piloto automático y todos los rincones del barco. Pero sobre todo: El Radar.
No es fácil acostumbrase a confiar casi todas las decisiones a lo que uno ve en ese pequeño monitor.
Por eso la experiencia la hicimos dentro de la cabina, con las luces interiores prendidas y con el parasol puesto, cosa de que mirar para afuera se hiciera realmente difícil.
Por supuesto que al principio uno tiene la cabeza y los ojos mas tiempo afuera del barco que en los instrumentos, para comprobar que lo que está viendo en verde sobre fondo negro en el radar corresponde efectivamente a lo que está o no está afuera.
Al cabo de un rato, uno se va amigando con el “aparatito” que, estando bien regulados la ganancia, los filtros, etc., uno entiende que si está en el radar, está afuera y si no hay nada en el radar, no hay nada afuera.
Le tomamos tal confianza que la vuelta al Buceo la hicimos 100 % a instrumentos.


  1. 1er. Manga: Montevideo – Río Grande
Finalmente llegó el día, a las 07:00 nos encontramos todos en el Buceo. Si bien ya lo sospechábamos, fue ahí que nos confirmaron que Jorge y Raimundo no podían hacer la pierna.
No fue para nada agradable ver como se quedaban en tierra todo el entusiasmo y ganas de los dos amigos, pero de algún modo un poco de ellos vino con nosotros y un poco de nosotros se quedó con ellos.
Pero como sabíamos que estas cosas tienen bis y tal vez varios, el sábado 14 de abril de 2012, cerca de las 08:00 de la mañana estábamos soltando la boya y dejando el Puerto del Buceo atrás.
Marcamos el primer Waypoint: Isla de Flores. Una navegación tranquila, no había mucho viento, salimos con Genoa, Mayor con dos manos de rizo y Mesana a tope y si bien el barco tiene su peso (20 toneladas), tiene una superficie de velas acorde como para moverlo con carácter, manteniendo su estropada al cortar las olas.
A las pocas horas de una muy agradable navegación, y después de un buen desayuno casi completo, el viento empezó a bajar y por supuesto también nuestra velocidad. Nuestro ideal era hacer la pierna en su mayoría a vela, pero en una manga de aproximadamente 300 millas y con un plazo acotado de tiempo para estar de vuelta en Montevideo, el motor es inevitable. Así que, con viento de sentina, con un ronroneo moderado y no molesto, manteníamos una velocidad de unos 7,5 nudos con el rumbo perfecto.
Lo que en un principio no nos gustaba mucho, al poco rato nos empezó dejar disfrutar de otra parte de la navegación: aprender a usar los instrumentos.
El piloto automático, compañero inseparable en cualquier navegación larga, lo usamos permanentemente para mantener el rumbo, corrigiendo unos grados a babor o a estribor cuando fuera necesario para sortear distintos obstáculos y luego volver a la ruta marcada en el PLOTER sobre el OXI EXPLORER o el MAXSEA, pero nunca con un GO TO a un WAYPOINT determinado. Siguiendo permanentemente con el radar los pesqueros, algunos de a dos haciendo pesca de arrastre, midiendo las demoras y los rumbos. Así fuimos dejando atrás la Isla de Flores, algunos pesqueros y más de 40 barcos que estaban fondeados frente a Piriápolis.
En fin, PLOTER, GPS, PILOTO AUTOMATICO, RADAR… qué festín!!
Después de un almuerzo excelente y una mejor merienda (panqueques de dulce de leche) llegó un pequeño descanso para después comenzar con la primer práctica curricular a bordo.
Sobre la mesa de navegación y debajo de un acrílico, tenemos una carta piloto con las distintas zonas de navegación marcadas. Vamos bajando los datos del boletín meteorológico satelital de Brasil por INMARSAT y marcando los puntos en la carta (centros de alta y baja presión, frentes, sus direcciones de desplazamiento y velocidades, etc.) para así armar nuestro propio mapa de superficie que a su vez después comparábamos con los recibidos. Sobre este mapa, seguimos trabajando posteriormente viendo la evolución de los distintos valores. Esto nos fue permitiendo ir tomando decisiones en cuanto a prever cuando tendríamos las mejores condiciones de navegación.
Muy importante: desde que zarpamos y un vez cada hora, seguimiento de la presión atmosférica anotándola en una planilla.
Para los que acostumbramos a hacer navegaciones de poca o mediana distancia, estas prácticas fueron extraordinarias y nos abrieron la cabeza en cuanto a la responsabilidad de hacer una buena planificación de la derrota y así minimizar los contratiempos y en caso de no poder evitarlos estar bien preparados para afrontarlos.
Se fue haciendo la noche, ya estábamos en el “Atlántico” y nos fuimos yendo a dormir de acuerdo a las guardias que nos fijamos, dejando a Daniel libre para que descansara, ya que por la tarde se había pinchado un poco y no estaba para quedar de guardia. En general todos sentimos un poco el movimiento dentro de la cabina ya que en nuestras navegaciones habituales estamos en permanente contacto con el aire y el horizonte, y como íbamos a motor, el rolar se hacía sentir.
Mi guardia era de 2 a 6 de la madrugada. Cuando me levanté estaba Antonio solo de guardia ya que le había dicho a Darío que se fuera un rato antes a dormir. Daniel, había quedado “durmiendo” en la timonera de popa y cerca de la borda para ir dejando en el mar lo poco que había comido en el día.
La guardia se fue estirando y llegó el primer amanecer oceánico que fue extraordinario, no por la vista que uno ya la vivió muchísimas veces estando en tierra y que tampoco tienen mucha diferencia con los que se aprecian desde una navegación costera en el río, pero si por el contexto: “Llevábamos casi 24 horas navegando y con rumbo a Brasil”, en la banda del barco, con un suave y fresco viento, con el mágico arrullo del casco cortando el agua, te deja grabado en algún lugar de la cabeza toda esa suma de sensaciones que no hay foto ni filmación que pueda registrarlo.
En una de las guardias, en la madrugada me había quedado solo y después de un largo rato de “jugar” con los instrumentos agarré uno de los tantos libros que tiene Juan a bordo y empecé a disfrutar distintos paraísos náuticos del mundo. Al poco rato y con un poco del navegante solitario que todos tenemos adentro, me fui poniendo cada vez más cómodo, me cansó la lectura y apagué la luz de la mesa.
Después baje la iluminación del PLOTER y apague también la luz de la cabina, revisé todos los instrumentos de navegación, motor, etc. y empecé con una serie de siestitas de 10 o 15 minutos, totalmente reconfortantes pero para nada recomendables y que solo se pueden hacer cuando uno tiene como en éste caso todos los instrumentos como para saber que no hay ningún obstáculo a menos de dos horas, que no teníamos prácticamente deriva y por sobre todas las cosas, y por las dudas, que en menos de una hora iban a estar todos levantados.   
En uno de los atardeceres, Juan nos cuenta que él llegó a ver unas cinco veces en su vida el conocido como “Rayo Verde” o “Green Flash” como le dicen los ingleses y que se da solo con determinadas condiciones de la atmósfera y en el último segundo de la puesta del sol. Y que se estaban dando las condiciones para ver este curioso fenómeno.
Al principio, cuando Juan pegó el grito “ahí está” yo no puedo decir que lo estaba viendo, porque solo veía lo que parecía un sombrerito verde pálido sobre el sol, pero apenas un instante después, un suave fogonazo verde flúo intenso y fugaz se hizo notar claramente. Un pequeño gran regalo que nos hizo la naturaleza como broche final de un día maravilloso. Fue la sexta vez que lo vio Juan y la primera nuestra.
Durante la ida y contra todos los pronósticos el viento nos acompaño poco y en la mayor parte solo nos sirvió para amurar el barco como apoyo al motor. Si bien teníamos tiempo para esperar mejores condiciones, estas tampoco aparecían en los pronósticos para la ida, si se estaban dando las condiciones de viento para la vuelta. Esto, sumado a que Daniel seguía con malestar nos hizo tomar, lo que viéndolo en perspectiva, fue la mejor decisión: motor, 7 ½ nudos, rumbo perfecto, llegar a tierra y descansar en lo posible una noche.
Ya casi llegando a Río Grande, Daniel que se mantenía como vigía en la cubierta avistó una tortuga amarilla gigante que nadaba tranquilamente a estribor.
Al poco rato, empezamos a ver el perfil del puerto de Río Grande y sus extraordinariamente grandes escolleras en la entrada. Cuando nos fuimos acercando vimos que teníamos diferencia entre lo que marcaba el OXI y lo que se veía en el RADAR y también a simple vista.  Según el OXI con el rumbo que teníamos pasábamos entre la escollera sur dejando a estribor la boya de entrada. Pero según el radar y la vista teníamos la escollera a proa. Corregimos el rumbo, dejando la boya de entrada babor. El motivo: la escollera la habían continuado hasta la boya de entrada, y en la carta no estaba la actualización.



  1. Río Grande – escala
La entrada al puerto de Río Grande no tiene desperdicio. Fueron más de dos horas de navegar entre Cargueros, Pesqueros, Bancos de Arena marcados con unos palitos clavados en la arena (que también se ven claramente en el radar) y muchas veces por fuera y otras por dentro de un canal no muy grande. Es increíble la cantidad de contenedores, fábricas, depósitos y cuantas cosas mas que hay a ambos márgenes del puerto.
Nuestro primer contacto con tierra, después de dos días y medio de océano, fue con el muelle pegado a una estación de servicio, donde después de reponer gasoil en el barco nos fuimos a almorzar a un muy buen restaurante, pero con el serio inconveniente del mareo de tierra, que gracias al amigo Darío, que me movía el plato simulando las condiciones de navegación mientras yo comía, pude sortear fácilmente. 



Ya en la tardecita, nos fuimos para el  muelle del Yacht Club Río Grande.


  1. Río Grande - YCRG
En las primeras horas de la tarde, ya estábamos en el YCRG. Después de arranchar el barco, a descansar un rato mientras Juan iba al centro para hacer los trámites legales. Después de un rato, Juan vuelve a buscarnos de apuro porque nos necesitaba junto con nuestros documentos para terminar el trámite.
En la salida del YCRG hay una tienda náutica, mientras que Juan recogía unas cosas del barco, nosotros cuatro nos fuimos de cabeza a husmear entre cabos, instrumentos y maniobras. Era solo mirar porque los precios no daban para tentarse demasiado. El asunto es que mientras nosotros hacíamos tiempo en la tienda, Juan al no vernos en la puerta, pensó que como nosotros sabíamos dónde teníamos que ir, nos habíamos ido a esperarlo en la oficina del centro. Después de unas idas y venidas quedamos: tripulación sin capitán y capitán sin tripulación, perdidos en Río Grande…
Al rato, finalmente nos encontramos en el barco. Como estaban por cerrar las oficinas teníamos que salir rápido para el centro. Juan había dejado la carpeta con todos sus documentos y los del barco en la delfinera para no olvidarse de llevarla. Nosotros, para que no se cayera al agua la habíamos entrado. Por lo tanto y como resulta obvio, cuando llegamos a la puerta del YCRG nos habíamos olvidado de la carpeta.
Vuelven dos de nosotros a buscarla, y después de un rato largo y como no aparecían fuimos a buscarlos. La demora se debía simplemente a que la carpeta, tan bien cuidada por Juan, con la mas completa documentación original en su interior había ido a parar al agua. Pensamos que era el fin de la armonía extraordinaria que teníamos entre la tripulación y el capitán, pero no, sin duda que la experiencia de tantos años en travesías por el mundo llevando tripulaciones de marinos, pasajeros y algún que otro rinoceronte, le dieron la serenidad al capitán para tomar la situación con calma y hasta ser el quién largaba los primeros bocadillos irónicos con respecto a darnos las cosas sin que las “mojáramos demasiado”.
Cuando llegamos a la oficina, nos abrieron las puertas para nosotros para presentar los documentos. El resto de los trámites quedaba para la mañana siguiente.
Una buena ducha, a cenar y un merecido descanso sin guardias nocturnas y arrullados por el suave movimiento del PHANTOM en la marina.
El amanecer: de película. Si bien todos los amaneceres son parecidos, no por eso dejan de ser espectaculares. En este caso con el valor agregado de la magia de estar en un puerto del Brasil después de tres días de haber partido del Buceo haciendo vida de marinos oceánicos, …fantástico!!
Después de un desayuno a bordo, Juan se fue a terminar los trámites para zarpar lo antes posible. Sabíamos que tendríamos condiciones desfavorables al segundo día de la vuelta, por lo que la idea era llegar a La Paloma o Punta del Este y esperar mejores condiciones.
Como era casi el mediodía, el brindis de despedida del YCRG quedó registrado en la película, fue otro de los grandes momentos de diversión económica, muy bueno!!
Ya con los trámites terminados, nos fuimos a almorzar al YCRG un muy recomendable buffet, y listos para la partida. Rumbo a Montevideo.



  1. 2da. Manga: Río Grande – Punta del Este
La salida, al igual que la entrada, fueron mas de dos horas de navegación por el angosto canal y permanentemente acompañados por pesqueros en su faena y grandes cargueros en los muelles cargando o descargando materiales, como por ejemplo una gran cantidad de enormes (gigantes) molinos de viento que estaban apilados por partes: torres, aspas y rotores.
Ya  con una confianza total en los instrumentos, es un placer navegar entre tantos barcos y barquitos moviéndose por todos lados, sorteando los bancos de arena y como si fuera poco, a estribor vimos un delfín disfrutando del puerto, casi tanto como nosotros. Sin desperdicio.
Ya a la salida de las escolleras, el viento nos estaba esperando. Durante unas cuantas horas navegamos a pura vela a buena velocidad: entre 6 y 7 nudos, por supuesto, como lo bueno no dura para siempre, cuando se quedó Eolo empezó a empujar la sentina. No es lo que buscábamos pero también súper disfrutable.
Ya habíamos decidido hacer escala, en lo posible en Punta del Este, para esperar las mejores condiciones de viento del día viernes, y aunque mantuvimos siempre las velas, el motor nos acompañó un buen rato.
Por la noche estábamos entrando a Punta del Este. La boya no nos dio el sí fácil, hicimos mas de un intento hasta que al fin amarrados, fue el nuestro primer contacto con el fondo del Río de la Plata, de regreso a Uruguay.
...Arranchar el barco y a descansar.

 

  1. Punta del Este – Escala
El amanecer en Punta del Este siempre es fantástico, pero en el PHANTOMCAT y al borneo, después de 5 días de navegar por el océano… no sé como explicarlo!!
Una mañana especial, soleada, con buena temperatura, muy poco mar y nada de viento. Fueron las condiciones ideales para hacer algunas reparaciones. En la noche anterior, al entrar al puerto el viento estaba duro, y al bajar la mayor rompimos un garrucho, lo cambiamos y también reparamos algunas cosas menores.
Juan, enganchado de un arnés, subió al tope del palo mayor para instalar algún tipo de receptor. Nosotros cuatro le hicimos el aguante desde la cubierta y también alguna prueba de recepción.
Pasado el mediodía, nos arrimamos al muelle para hacer los trámites y darnos unos buenos baños. Compramos algún hielito (para enfriar los refrescos) y todo pronto para la manga final.




  1. 3er. Manga: Punta del Este – Montevideo
Esperar las buenas condiciones del clima dio su resultado, salimos de Punta del Este con un muy buen viento del sur/sureste.
Ya habíamos navegado unas cuántas millas en distintas modalidades: viento; viento/motor y motor solamente. Sabíamos lo bien que navegaba el PHANTOMCAT en cualquiera de esas combinaciones.
Pero el día y Juan nos hicieron “El regalo”. Navegar y sentir el PHANTOMCAT, con la genoa, mayor a tope y mesana, con sus 20 toneladas cortando el mar manteniendo siempre su estropada, con una escora de unos 30 grados y a 8 nudos nos llenó de tanta emoción que nos quedó chico el cuerpo. Fueron las mejores horas de navegación  que yo recuerde.
Después de un buen rato de disfrutar a todo trapo, y cuando Juan nos vio “pipones” de tanto placer, nos sugirió: “podríamos hacer un par de manitos de riso, No?”. Nuestra respuesta fue instantánea: “Si mi capitán”. Sabíamos que nos había “regalado” ese plus de sentir el barco al límite y que debíamos (como después también nos lo dijo Juan) cuidar el barco. Ya la película en nuestras retinas estaba grabada para siempre. Así que hicimos las dos manos de riso y de todos modos seguimos navegando muy bien, a unos 6/7 nudos.

Nos quedamos rebobinando una y otra vez ese lujo que nos dimos.

  1. Arribo: Montevideo - Puerto del Buceo
De madrugada estábamos entrando en el Buceo, era el sexto y último día de la Clínica Oceánica. Volver tiene siempre ese sentimiento encontrado de la alegría con la nostalgia. Por un lado estar nuevamente en casa, con los suyos después de tantos días fuera, para los que somos bien familieros lo extrañamos mucho. Y por el otro, el final de una experiencia única e indescriptible como es la Clínica Oceánica. Pero enseguida encontramos la solución ideal: ya empezamos a planificar una aventura oceánica y en familia para el 2013 “Angras dos Reis”.


  1. La Yapa: Extra curricular lavado del casco
Al otro día, ya siendo nuevamente seres terrestres y Montevideanos, volvimos al barco para hacerle una limpieza del casco. No forma parte de la Clínica, pero de alguna manera teníamos que devolverle algo de todo lo que nos habían dado Juan y el barco. Así es que nos pusimos ropa de fajina, bajamos el gomón y a limpiar el casco de nuestra segunda casa.