Como hace varios miércoles, hoy salimos a navegar en conserva con Gerardo en el Perverso.
El día estaba un poco nublado, frío, con poco viento y sin olas. La previsión era que al mediodía el viento subiría a 11 nudos con rachas de 19 del Oeste.
Salimos poco después de las 10:00 con rumbo Sur Oeste para volver con rumbo cómodo cuando levantara el viento.
Había unas nubes en el Oeste que tenían una forma alargada a las que había estado prestando atención, pero mientras navegábamos se desarmaron.
Nuestra velocidad no superaba los 4 nudos.
Al pasar Cardinal Sur, el viento comenzó a levantarse un poco y, anticipándonos a las rachas pronosticadas, hicimos las manos de rizo y continuamos navegando alrededor de una milla más.
Cuando dimos la vuelta el viento había levantado un poco más, calculo que era de unos 10 nudos del oeste.
Ahí estábamos navegando a 5 nudos y medio.
Alrededor de las 11:00, el viento comenzó a levantar más y parecía que el pronóstico se acercaba, así que puse la proa contra el viento, fui al mástil, enrollé la vela de proa e intenté agarrar el chaleco. La idea también era poner en marcha el motor, por si acaso.
Con el barco casi completamente parado, vi que Gerardo, que estaba a unos 30 metros a mi estribor, seguía navegando con las dos velas y comencé a gritarle que hiciera lo mismo que yo, ya que solo con la vela mayor con la mano de rizo, íbamos a tener muy buena navegación con el rumbo que tomaríamos hacia el NYC
En unos segundos el viento siguió aumentando de intensidad e inmediatamente el Surfati se derivó y comenzó a escorar con la vela mayor totalmente filada.
Como estaba cerca del palo, me puse a barlovento del barco, pero el viento siguió subiendo, escorando hasta que el casco empezó a portar y, a pesar de tener un flotador en el puño de la driza, el palo empezó a hundirse, entró en el agua y en un instante el barco se dio vuelta de campana.
Parecía un video de los techos de los galpones cuando se desprenden en los tornados.
Quedé abajo del Surfati y salí nadando por la popa del barco.
Cuando llegué a popa vi que Gerardo bajaba las velas y me quedé tranquilo e intenté subir al casco.
Hice un par de intentos pero como ya había algunas olas pensé que era un esfuerzo inútil subir porque me iban a tirar enseguida.
Luego levanté la pata del motor y la pala del timón para poder sentarme y tener la menor parte de mi cuerpo bajo el agua.
Vi que el Perverso, que estaba a unos 300 metros, estaba de frente a mí, y pensé que había puesto rumbo al Surfati.
Todo lo que podía flotar estaba desparramado alrededor del casco del Surfati, y un lobo marino, que ya nos había estado siguiendo, parecía jugar con cada uno de los restos del naufragio.
Entre estas cosas debería estar el teléfono, que había guardado en la funda de goma eva del GPS.
Como llevaba puesto el reloj que estaba conectado al teléfono, intenté hacer una llamada pero era complicado, entre las olas, el movimiento, los lentes de sol se me hacía bastante difícil y además, si el teléfono no estaba dentro del alcance del Bluetooth hubiera sido imposible
Pasaron los minutos y el Perverso no llegaba, así que pensé que podría estar fondeado y tener algún problema.
Después de un rato, entre las cosas que flotaban alrededor del casco, vi la funda de goma Eva con la radio de respeto que tenía en mi bolso, armé la radio y puse el canal 16.
Ahí escuché que control Buceo estaba tratando de comunicarse con el Perverso de una manera muy insistente y hasta dramática, pero Gerardo no respondía, algo estaba pasando.
Entonces traté de comunicarme con Gerardo y me contestó.
- Hola Gerardo, ¿cómo estás?
. Bien
- ¿Tenes motor?
. Si
- Veni para acá!
. ¿Para el club?
- ¡No!, ¡Para el Surfati!
. ¡Pero no te veo!
- ¡Estoy en el casco!
. ¡No te veo!
- ¡Te voy a hacer señas con un remo naranja!
. ¡Ah, ahora si te veo, voy para ahí!
Al rato llegó Gerardo y me subí al Perverso.
Cuando estaba arriba le dije a Gerardo:
- ¡Por qué llamaste a la PNN, hubieras llamado a Sebastián!
Y me respondió:
. ¡Pensé que te habías ahogado! ¡La vida es lo primero! ¡Hasta hubiera llamado a Cuquito!
Ahí todavía no me había dado cuenta de las diferentes perspectivas de cada uno.
Para mí había sido una aventura más, con el único riesgo de estar un poco lejos de la costa pero con la tranquilidad de ir acompañado de otro barco, pero para él ya era una tragedia.
El gomón de la PNN llegó casi de enseguida que me había subido al Perverso y comenzó a revisar todos los objetos que flotaban.
Mientras yo les gritaba:
Estoy acá, soy el tripulante de ese barco!
Gerardo les gritó:
¡No hay cuerpos!,... ¡no hay cuerpos!
Después de dar varias vueltas, el gomón de la PNN se acercó al Perverso y ahí pudimos explicarle la situación.
Me subieron a su bote y me dijeron que tenían órdenes de llevarme a tierra para una evaluación.
Todavía no lo he hablado con Gerardo, pero probablemente fue porque me había reportado como desaparecido en la solicitud de rescate.
Aunque había estado mucho en el agua, no tenía nada de frío, estaba con el equipo de navegación oceánica de Lalizas y estaba tranquilo.
No me dieron la oportunidad de quedarme para rescatar el equipo que estaba flotando o dar vuelta al barco.
En ese momento ya había llegado el gomón de NYC, con Sebastián y Anthony.
Sebastián me dijo que no me preocupara que ellos se encargarían.
Y bueno, así comenzó otra etapa del incidente.
El viaje a tierra fue lo peor, en principio le pedí al oficial ir a NYC, ya que allí me podía bañar y cambiar de ropa, pero tampoco me dieron esa posibilidad, tenían orden de ir al Club La Estacada.
Fuimos tan rápido que el gomón iba a los tumbos. Estaba sentado frente al potro y en cada ola saltaba 20 o 30 cms. del asiento y cuando caía me daba flor de golpe. Así quedé con varios moretones por todas partes.
Después, atando las cabos, comencé a entender por qué no me habían dejado quedar junto al casco y también la prisa por llegar a tierra para que una unidad de emergencia pudiera evaluarme.
Si la comunicación a la PNN había sido sobre la desaparición de un tripulante en el agua, era lógico suponer que cuando me encontraran más de media hora después, en pleno invierno, podría no estar en buenas condiciones, o mejor dicho, estaría en mal estado.
Ya entrando en Punta Brava, en vez de ir a La Estacada nos dirigimos al muelle de La Escalinata. Que en realidad están separados por un pasaje entre los transparentes.
Cuando estaba caminando por el muelle hacia el club, el oficial me preguntó si me había lastimado y si me dolía caminar.
No, respondí, tengo más de 100 litros de agua en las piernas.
Entre las botas y el equipo, creo que el agua todavía estaba por encima de mis rodillas.
Entre el viaje a tierra y los minutos que estuve debajo del transparente, comencé a sentir frío.
Allí, Javier, uno de los kayakistas y pescadores del club, que había regresado hace un rato, se me acercó y me dijo: te doy mi ropa seca y limpia y yo me quedo con la usada y luego entré a cambiarme.
¡Grande Javier!
Mientras me cambiaba estaban el médico de la UCM, la enfermera y unos ocho oficiales de la PNN.
Me quité toda la ropa mojada menos los pantalones, me puse una camiseta térmica que me había prestado Javier y cuando levanté la vista había al menos 20 ojos mirándome, así que les dije: no soy tímido, pero No quiero que parezca una falta de respeto si les doy la espalda para cambiarme los pantalones.
Ahí rompieron filas y yo era uno más.
Cuando me llevaron a la ambulancia ya estaba temblando de frío, pero en el estudio que me hicieron me dijeron que todo estaba normal, pero con principio de hipotermia.
En ese momento entró Aparicio, que bueno es ver caras conocidas entre tantos cables y jeringas.
Por protocolo me llevaron a la Asociación Española. Todavía en la ambulancia pero estacionada en la puerta de emergencia de la ASESP, llegó Rosario, ¡qué suerte!
Al ver que yo estaba completo, ella parecía bastante tranquila.
Luego a la silla de emergencia del primer piso, y ahí apareció Daniel, ¡mi amigo!
Otro electro, más controles y después de un tiempo, finalmente el alta.
Después caminamos a casa con Rosario y Daniel para tomar un café calentito y seguir dejando que la adrenalina baje.
El otro día, cuando mis nietas se fueron a casa, estaban bajando del auto cuando Pachi, la mayor, de 8 años, vino corriendo y me dio un fuerte abrazo, se alejó un poco y comenzó a gritar en la vereda:
¡El abuelo está vivo, el abuelo está vivo!
Inmediatamente, mi nieta de 6 años, Pili, se une a la celebración.
¡Qué divinas estas Angelitas!
Por suerte, este es otro momento que puedo contar como una aventura más, que sin duda me deja muchas lecciones aprendidas y muchas más por aprender.
Solo me queda agradecer a la familia, a los amigos, a los socios del club que sin conocerme mucho me enviaban sus mensajes de apoyo, al staff y dirección del club que siempre estuvieron presentes. A Gerardo, que fue el primero en llegar. A la gente de ADES que por supuesto ya no estaba pero sé que hicieron un gran trabajo con Sebastián y Anthony para traer de vuelta a Surfati, y a la gente de PNN que rápidamente me trajo de vuelta a la tierra, a Javier del Club La Escalinata que, sin conocerme, me dio la ropa que traía puesta, al Doctor y la Enfermera de la UCM por su excelente y cálida atención, así como a la Dra. en la ASESP.
Se sigue hablando de la historia, hace unos días tuvimos una reunión muy linda que se organizó en torno a este evento.
¡Muchas gracias a todos!
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